Tan solo una reflexión…

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No se me ocurre un ejemplo más claro de mal karma o ley del Talión («ojo por ojo, diente por diente») que salir de fiesta en cualquier localidad de nuestra geografía y comprobar la venganza en diferido y en forma de «música» que nos tenía preparada América latina para agradecernos la colonización y tropelías con las que les obsequiamos en su día.

Por muy crueles que fueran nuestros antepasados, que según dice la Historia lo fueron, es desproporcionada la replica y el regalo envenenado con el que tenemos que lidiar cinco siglos después para poder tomar una miserable copa en un ambiente no hostil: Perreos, electrolatino, trap, reggaeton, pachanga, cumbias, bachatas y demás hierbas y gozaderas varias en eventos de DJ al aire libre donde antes había conciertos y en bares de toda la vida donde antes pinchaban rock, pop, funk, punk, soul, indie, grunge, disco y donde convivían en un mismo espacio y en perfecta armonía Depeche Mode, Blur, Radio Futura, Doors, Smiths, U2, Massive Attack, Police, Pearl Jam, James Brown, Daft Punk, REM, Talking Heads, Queen, Prince, Stones, Blondie, Pretenders, Ramones, The Clash, White Stripes, Bowie, New Order, Los Planetas, Strokes, The Cure, Van Morrison, Sade, Nina Simone o tantos otros nombres de cualquier género, tipo o época digna del nombre de música.

Chascarrillos y teorías de la conspiración aparte, gran parte de la culpa es nuestra por que muchos de sus terroristas en nómina tienen pasaporte español y al fin y al cabo nadie nos obligó a plegarnos a lo que dicta Miami (el Mordor desde donde se dirige la industria internacional hoy en día). Llegados a este punto simplemente me pregunto: ¿Estamos idiotas, hemos perdido el norte, el criterio, el gusto, la clase, el sentido, la cordura, la conciencia de quiénes somos y de dónde venimos… o qué coño nos pasa?

¿Cómo hemos llegado a esto en un país del que han salido tantas bandas y músicos enormes, un país donde estábamos siempre con la antena conectada para recibir todo lo interesante que venía de fuera y donde la MÚSICA CON MAYÚSCULAS (expresión de señor mayor, lo reconozco) enlatada o en directo era una liturgia y una forma de unir a propios y extraños? Aquello que nos daba tanta vida y que nos ayudaba a descubrir y relacionarnos con el mundo ahora no tiene cabida en las cabinas de ninguna ciudad española. Nos han pegado de la noche a la mañana y sin anestesia un cambiazo a lo Mortadelo que nos provoca nauseas a todos los que tenemos memoria, sensibilidad, capacidad de emocionarnos con una canción y oídos además de orejas.

No me vale el argumento de que por ser la música urbana del s.XXI todo es válido y cuestión de gustos, por que además de ser falso la opción de elegir música en las noches de nuestro país salvo honrosas excepciones ya no existe y los locales que perseveran y aguantan son como la aldea gala de Asterix, un reducto, una anécdota y una rareza con mucho mérito pero sin brebaje mágico para competir en igualdad de condiciones.

Hay otras escenas musicales paralelas como la electrónica (eso da para otro capítulo, que menuda jungla capaz de aunar lo mejor y lo peor de un estilo es esta) y el indie nacional, pero todo lo demás el maitre de Miami lo ha sacado del menú y apenas consigue sobrevivir en salas y festivales muy puntuales sin tener por asomo el alcance que tiene esta mierda de importación prefabricada, esta abominación empaquetada y lista para el consumo y el olvido inmediato en busca de la urgencia y descartando por completo la emoción.

Este producto de radio-formula para barras y fiestas patronales de baja estofa ha desplazado en la práctica a la música de occidente de varias generaciones y se vende como un regalo de América latina cuando no tiene nada que ver con el enorme legado que Brasil, Cuba, México, Jamaica y otros países del entorno nos han dejado en forma de Bossanova, Son, Samba, Jazz, Reggae, Tropicalismo y demás derroches de imaginación hechos sonidos. Ya no se trata bajo un mínimo criterio objetivo de su falta de calidad manifiesta, ni de su estructura repetitiva y monocorde, ni de sus textos vacíos o sentimentaloides en el mejor de los casos o misóginos, chabacanos y de barrio chungo en los peores, sino que nos quieren hacer comulgar con la idea de que esa música calentita, vital y papichulesca tan simple triunfa por sencilla… Y hay un abismo entre el concepto sencillez y simplicidad.

La música tanto culta como popular, clásica o contemporánea, al igual que otras artes es una de las manifestaciones sociales y culturales más bellas que definen al humano como ser creador, pero todo apunta a que para sobrevivir a esta invasión pasar por una lobotomía o alinearnos intelectualmente con el chimpancé va a ser la única salida.

Lo triste es que si comentas el estado de las cosas a los que no vivieron o se enteraron de lo que teníamos y perdimos además «te miran mal», como le decía Alaska a Loquillo en aquella inolvidable canción llamada “El Ritmo Del Garaje”.

Y pensar que hasta hace cuatro días el karaoke nos parecía el acabose, quién nos ha visto y quién nos ve.

2016 © Javier Llamas

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